
Ultimo día en Nueva York.
Para ese día nos dejamos la obligada visita al Empire State Building , un paseíto por Greenwich Village, el mercadillo del Soho y una vueltecilla por Little Italy y China Town que están juntas.
Nada más desayunar nos fuimos al Empire State Building. Subimos al mirador del piso 86. Hay otro en la 102 que es más pequeño, tiene más cola y es más caro.
El edificio me gustó mucho. Está lleno de conserjes con sus uniformes granates que te conducen hasta los ascensores a través de un laberinto de pasillos. Primero llegas hasta el piso 80 y de ahí se coge otro ascensor hasta la planta 86.
Yo pensaba que el ascensor iba a tirar a lo bestia hacia arriba pero la verdad es que no se nota nada. Va suave como la seda. Apenas una leve sensación en los oídos.
Una vez arriba, la vista es alucinante. No tuvimos muy buena suerte porque había bastante bruma pero con lo que vimos nos dimos por satisfechos.
Creo que es obligada la visita a este edificio.
En cuanto bajamos, taxi hacia Greenwich Village para dar un paseo por este barrio tan agradable. Nos tomamos dos cervezas por 18$ y a seguir paseando rumbo al Soho.

En el Soho montan un mercadillo los domingos por la mañana donde se puede comprar de todo un poco. También hay un montón de puestos de comida de bastantes nacionalidades distintas.
De allí nos fuimos a Little Italy. Me recordó mucho a la película de El Padrino porque las calles están casi igual y toda la gente de los restaurantes habla en italiano. La pinta de la comida, estupenda.
China Town linda con Little Italy y le está ganando terreno. La verdad es que lo de China Town me impactó bastante. Es muy grande y está lleno de chinos por todos los lados. Todos los carteles en chino y muy pocos (casi ninguno) en inglés.
Se ven unos productos en las tiendas de alimentación super extraños y pescados rarísimos en las pescaderías.

Comentar que creo que no he visto tanta mierda junta en mi vida. No compraría carne o pescado en este barrio ni muerto. Lo mismo digo de los restaurantes que vimos.
Después del shock, taxi y hacia el hotel para comer algo rápido.
A las cinco de la tarde venía un coche a llevarnos al aeropuerto para volar hacia Madrid.
El vuelo se movió bastante más que a la ida según me contaron. Un Trankimazin y dos
Valium después de la terrible cena hicieron que me despertara aterrizando en Madrid con un nefasto desayuno servido a bordo.
El vuelo de Madrid a Alicante fue todavía más divertido porque coincidió con una granizada espectacular que hizo que el avión pegara unos tumbos tremendos y una joven perdiera los papeles teniendo que aparecer una azafata para calmarla.
Al final, todos sanos y salvos y con ganas de volver a esta ciudad espectacular.
Personalmente creo que es de esos lugares que hay que visitar obligatoriamente.
Otro día haré una entrada sobre las cosas que más me llamaron la atención y alguns consejillos por si algún día os apetece cruzar el charco.