martes, 11 de mayo de 2010

Viaje a Nueva York III


Comenzamos nuestro tercer día en Nueva York desayunando tempranito y saliendo cortando hacia Grand Central Terminal. Es una estación de ferrocarril espectacular. Muy bonita.
Aprovechamos la visita para hacer unas fotos del, para mí, edificio más bonito de Nueva York. Me refiero al Chrysler Building.
Una vez hechas las fotos cogimos la 42 hasta legar a la 5ª avenida y subimos por ésta hasta encontrar la parada del autobús que nos llevaría a dar una vuelta por el uptown de Manhattan. No fue fácil porque las paradas habían variado por una carrera ciclista.
Este tour nos llevó por la zona al oeste de Central Park, zona sur de Harlem, zona este de Central Park (donde se encuentran los pricipales museos) para acabar en la 5ª con la 59.
Allí nos bajamos y entramos en la tienda de Apple para comprar el iPad. No quedaban. Bajonazo.
Ya me veía sin el tan ansiado trasto. Entramos en la tienda de juguetes FAO y bajamos al hotel pasando por la increíble tienda de fotografía B&H y comprando algunos regalos por el camino.
Menos mal que en el tour del uptown vimos otra tienda de Apple en Broadway y hacia allí nos fuimos antes de subir al crucero del Circle Line. Por suerte, había iPad del modelo que quería.
Luego, un perrito caliente en la calle y hacia el Circle Line.
El crucero en cuestión duró dos horas y nos pareció muy recomendable. Si se hace este crucero, no es necesario pillar el ferry de Staten Island para ver la estatua de la Libertad. Este barco pasa mucho más cerca.
El recorrido sale desde la 42 en el lado Oeste y llega hasta la 42 en el lado Este, justo donde se encuentran las Naciones Unidas. Una vez allí, vuelve hasta el punto inicial.
Cuando desembarcamos, otro buen paseo hasta el hotel y a prepararnos para la cena en el restaurante del Hotel Marriot de Times Square. Está en la planta 48 y es giratorio.
Al final, nos quedamos con las ganas porque no pudimos acceder al hotel por culpa del coche bomba que colocaron en Times Square y que afortunadamente no llegó a explotar.
Increíble el pollo que se montó.
Finalmente acabamos cenando en un brasileño en la calle 49. Era el típico brasileño donde primero tienes un buffet libre y después no paran de traerte carne hasta que no le das la vuelta a una tarjeta que cada comensal tiene sobre la mesa. Bastante bien. Precio fijo sin incluir postres ni bebidas.
De ahí, al hotel esquivando la zona cerrada por la amenaza de bomba. Se nos hicieron las dos de la mañana.
Otro día reventados.

viernes, 7 de mayo de 2010

Viaje a Nueva York II



A la mañana siguiente nos levantamos prontito y a las siete y media ya estábamos desayunando.
El desayuno era muy bueno e incluso había tortilla de patatas casera mejor que muchas de las que he probado en hoteles de España.
Salimos del hotel y allí nos abordó un tipo muy simpático que se llamaba Salami. Iba vestido con una cazadora amarilla muy llamativa. Trabajaba para una de las compañías que organizan tours por la ciudad.
Al final le compramos billete para un tour en autobús por el downtown, un tour por el uptown, un crucero alrededor de Manhattan en el Circle Line, la entrada al Empire State sin hacer colas, la entrada al Museo de la Ciudad y un par de cosas más por 75$ por cabeza.
Una vez comprada la ristra de billetes (que medía, sin exagerar, así como un metro y medio) tiramos 5ª avenida hacia el Norte. Nuestro hotel estaba en la 32 y llegamos hasta la 59, justo donde empieza Central Park y donde se encuentra la tienda de Apple de la 5ª Avenida.
De subida vimos el Empire State desde fuera, el Rockefeller Center, la biblioteca pública de la ciudad de Nueva York, la Catedral de San Patricio (curioso contraste entre tanto rascacielos) y una infinidad de tiendas de súper marcas y rascacielos espectaculares.

Cuando llegamos a la 59 entramos a la tienda de Apple (está abierta 24 horas al día todos los días del año) para probar el ansiado iPad y comprobar que hacerse con uno de ellos era cosa de vida o muerte aunque decidimos dejarlo para otro momento por no cargar con él durante todo el día. La tienda es alucinante.


Justo al lado se encuentra la espectacular tienda de juguetes F.A.O. Schwarz (donde el piano de la película Big de Tom Hanks) a la que no entramos porque abría a las diez y aún faltaban 10 minutos. Y en Nueva York, si sólo vas cuatro días, no puedes perder ni un minuto.
De bajada por la otra acera de la 5ª avenida paramos en una tienda que se llama Abercrombie & Fitch. Imprescindible la visita. Es una tienda de ropa de una tres o cuatro plantas en la que en la puerta te reciben los empleados (chicos y chicas veinteañeros, todos modelos) sin camiseta marcando tableta de chocolate.
Una vez dentro, la tienda está súper oscura (sólo hay luz apuntando a las estanterías donde está la ropa) y con la música a toda leche. Los dependientes están bailando todo el rato y se dejan la vida por ser ultra simpáticos. La verdad es que te entran ganas de pedir un gin-tonic.
Luego pasamos por la tienda de la NBA y por la de Gant para hacer alguna compra.
Con todo esto nos fuimos a pillar el autobús que daba la vuelta por el downtown de Manhattan.
Bajamos por la 5ª avenida, pasamos por el edificio Flatiron y luego giramos hacia Greenwich Village.
Callejeamos un rato por este tranquilísimo y coqueto barrio y luego fuimos al SOHO hasta llegar a la zona del World Trade Center donde dejamos el autobús para reunirnos con el resto del grupo en la zona de Battery Park. Exactamente en un restaurante que se llama PJ Clark's en la World Financial Center Plaza. Allí comimos una hamburguesas muy buenas y unas ensaladas y después de una breve sobremesa nos fuimos dando un muy agradable paseo hasta coger el ferry que va hacia Staten Island para ver de cerca la Estatua de la Libertad. Este ferry es gratis (creo que es lo único gratis en este país) . No te deja ni en la Isla de la Libertad ni en la de Ellis (para ello hay otros barcos que sí se pagan) pero la estatua se ve perfectamente desde este ferry.
Nada más llegar a Staten Island, cogimos el ferry que salía inmediatamente de vuelta hacia Manhattan. Cada trayecto, unos 25 minutos, mas o menos.
Una vez atracó el barco en Manhattan, subimos caminando por la zona de Wall Street, paramos en los grandes almacenes Century 21 a comprar alguna cosilla y después pateamos hasta el hotel atravesando el SOHO. Tremendo pateo.
En el hotel, duchita, cervecita y a coger un taxi (en el que volvimos a pasar auténtico pánico) para llegar a la cena-concierto del Blue Note. Esa noche actuaba Madeleine Peyroux.
Este garito es, posiblemente, el club de jazz más famoso del mundo. Estaba a reventar. Nos sentaron a muy pocos metros de la banda y bastante apretujados.
El servicio, lamentable. La comida estaba bastante bien. El vino, caro y ardiendo. Nos tuvieron que traer una cubitera para enfriarlo.
El concierto me gustó pero es una putada cenar mientras están cantando porque no se puede hablar. A ver cómo se come que 8 españoles, comiendo y bebiendo, permanezcan en silencio. Muy duro. Conviene cenar antes o dejar la cena para después.
El precio del concierto, 45$ más consumición mínima de 5$. Impuestos y propinas aparte.
Ya hablaré de la tocada de pelotas que supone el rollo de la maldita propina.
Una vez acabó el concierto, Gloria y yo nos fuimos andando al hotel. Otra pateadita estupenda que nos sirvió para ver el ambientillo que se respiraba a esas horas.

martes, 4 de mayo de 2010

Viaje a Nueva York I



El jueves pasado era la fecha en la que nos íbamos a Nueva York. Salíamos desde Alicante haciendo escala en Madrid.
A las 8 y media ya estábamos en el aeropuerto. Fuimos los últimos en llegar (y eso que el avión no salía hasta las 9:45).
Por todos es conocido mi poco amor (por no decir odio) a los aviones. Para empezar, la chica que daba las tarjetas de embarque nos puso separados a Gloria y a mí. No sólo en este vuelo sino también en el de Madrid-Nueva York. Menos mal que luego se pudo solucionar el entuerto.
Ya con mi Trankimazin en el cuerpo, me senté en mi butaca. A la derecha me tocó un señor que amablemente le cambió el sitio a Gloria. A la izquierda me tocó de compañero, un policía nacional que iba hacia México. Resulta que trabajaba en la embajada de España de escolta del embajador.
Me estuvo contando batallitas de todos los países en los que había prestado sus servicios (siempre de escolta del embajador español). El tío estuvo en Bolivia, Pakistán, Mauritania, algún otro país que ahora no recuerdo y finalmente en México. Más de 10 años de un país a otro. Vaya vida! Según me contó, en octubre volvía para quedarse en Cartagena ya que su mujer le había dado el ultimátum.
El caso es que hablando, hablando se me pasó el viaje enseguida. Vuelo muy tranquilo.
Llegamos a Madrid con los 15 minutos de retraso con los que habíamos partido de Alicante. Una vez allí nos fuimos a tomar un café y desde ahí, comenzamos un largo peregrinar por Barajas hasta llegar a la terminal 4S.
Pasaba el tiempo y se acercaba el momento de despegar hacia Nueva York. El avión (de Iberia) iba hasta arriba. Era una Airbus 340 de 8 asientos por fila.
A esa altura ya me había tomado otro Tankimazin y un Valium. Nada más despegar, el comandante nos anunció que el viaje duraría 8 horas en vez de las 8 horas y 10 minutos previstas. También comentó que habíamos despegado con un peso de 288 Toneladas (muy salao el comandante) y en unas 5 horas llegaríamos a una zona de turbulencias. Qué buen rollo, pensé para mis adentros!
El caso es que a los 25 minutos de despegar ya nos habían servido la comida (bastante mala, por cierto) y las temidas turbulencias no lo fueron tanto ya que el avión se movió bastante poco.
Una hora antes de llegar nos dieron una merienda bastante triste y luego la voz del comandante anunció que por problemas de tráfico íbamos a estar una media hora dando vueltas sobre NY. Ahí fue cuando se animó la fiesta porque en NY hacía un viento tremendo.
El avión empezó a dar unos tumbos bastantes desagradables pero al fin tocó tierra.
Una vez los pies estaban posados sobre tierra firme comenzó el pesado trámite de entrar en los Estados Unidos. No me extraña que haya gente que no vaya a EEUU sólo por el hecho de tener que pasar la aduana. Menudo coñazo. Tras una larga espera, Gloria y yo fuimos elegidos para pasar un segundo control. Nos tuvieron un par de minutos sentados y, al rato, nos dijeron que ya nos podíamos largar.
Os aseguro que se pasa un mal rato.
Luego terminamos de redondear la fiesta dejándonos olvidada una de las tres maletas en la zona del control de aduana.
Cuando intenté volver hacia atrás, una policía negra me pegó un gritó dejando muy claro que si había perdido u olvidado algo, tenía que ir a objetos perdidos pero que no se me ocurriese dar un paso hacia atrás.
Allí encontramos una señora muy amable que se encargó de buscar la maleta y posteriormente encontrarla. Por supuesto, tuvimos que esperar un buen rato hasta que abrieran la maleta y comprobaran que no había nada peligroso en ella.
El tema de la seguridad en los aeropuertos americanos es duro.
Finalmente llegamos al hotel (Vincci Avalon) donde nos duchamos y nos tomamos una cervecilla mientras esperábamos a todo el grupo para poder ir a cenar. La cerveza, en esta ciudad, ronda los 7$ sin impuestos ni propinas. O sea, unos casi 9$. Una risa.
Una vez todos estábamos arregladitos nos fuimos a dar una vuelta por los alrededores antes de coger los taxis para ir al restaurante. Vimos el Empire State, nos dimos una vuelta por Times Square y a intentar coger un taxi.
La ciudad está llena de taxis pero es muy difícil pillar uno libre en hora punta y no tan punta. Además, subir en taxi está considerado deporte de riesgo. La velocidad con la que conducen los taxistas es acojonante. Ni intermitentes ni nada parecido. Es más lógico pasar miedo en un taxi de NY que en el avión que te lleva a esta ciudad.
En cuanto a los precios del taxi, están bastante bien de precio pero hay que tener en cuenta los atascos. Los hay, y muy gordos.
El caso es que llegamos sanos y salvos al restaurante a cenar. El lugar en cuestión se llama River Cafe. Se encuentra bajo el puente de Brooklyn y tiene unas vistas espectaculares. Se ve toda la ciudad iluminada y el puente de Brooklyn desde su salón o terraza. Alucinante.


Tiene una estrella Michelin. Está decorado de lujo y el servicio es muy atento. Tiene pianista incluido y está decorado muy elegantemente. Obligado el uso de chaqueta.
En cuanto a la comida, yo salí muy satisfecho porque lo que pedí estaba estupendo (tartar de ternera de Waygu y costillar de cordero al horno) aunque al resto de la gente no le gustó demasiado. Mucha salsa y rebozado que fastidiaban y enmascaraban el maravilloso producto que estaban comiendo.
En este restaurante hay dos modalidades a la hora de pedir: un entrante, un plato y postre por 98$ o menú degustación de seis platos por 125$. Todo esto sin impuestos incluidos y sin propinas. El vino aparte. La botella más barata que hemos encontrado en un restaurante de NY tenía un precio de 45$ antes de impuestos y propinas. Mal país para los amantes del vino.
En resumen, restaurante espectacular con unas vistas alucinantes, con buena comida pero con un estilo de cocina que, por lo allí visto, en España no creo que convenza. Carísimo.
Al terminar, vuelta en taxi al hotel (un poco más tranquila ya que no era hora punta) y a dormir totalmente reventados porque para nosotros eran las 6 de la mañana con el maldito cambio horario.